El verano pasa
igual de rápido que aquella estrella fugaz a la que le pidió como deseo un
amor de verano de ensueño. La estrella fugaz fue obediente porque desgastó sus labios en los suyos, podía ver la infinidad de días que le quedaban a su
lado con solo mirar sus ojos. Hicieron que dos cuerpos formaran uno solo, y
que cada uno de sus míseros corazones latiera a la misma velocidad cada
vez que su piel se rozaba. Mano con mano, día tras día. Puestas de sol al
lado del mar, y amaneceres en su cama. La pasión se mezclaba con las ganas de
tener un verano perfecto, al igual que las noches en su cama pasaban tan rápido
como las hojas de aquel viejo libro que tanto la gustaba. ‘Lo que no te mata,
te hace más fuerte’ la dijeron. (Y si él no me mata me hará más fuerte)
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